domingo, 4 de septiembre de 2011

La Crisis en los Países Centrales: “Argentina y Brasil van a seguir la suerte de China”


El Instituto para el Desarrollo Social Argentino (IDESA) es un centro de estudios sin fines de lucro abocado a la temática laboral y cuestiones sociales como la educación y la capacitación. Ubicado en un edificio como cualquier otro del microcentro porteño, en el onceavo piso compartido con un catering de comida. Sólo puede llegarse por escalera porque el ascensor termina en el diez. Es una oficina austera, con dos escritorios y un sillón para las visitas, y paredes de amarillo. Jorge Colina está en el balcón posando para el fotógrafo de LPO. La secretaria recibe al periodista con acento extranjero; llegó hace tres semanas de Europa, aunque Jorge crea que pasó sólo una.

¿Cree que la crisis global finalmente golpeará a la Argentina?

Los países emergentes, con China a la cabeza, India, Rusia, y en América Latina, Brasil (con Argentina por detrás) todavía están creciendo. Algunos piensan que a pesar de que los países centrales entren en crisis, la necesidad de China de crecer durante las próximas dos décadas a altas tasas va a hacer que todo el mundo emergente que vende commodities, pueda pasar sin sentir la crisis de los países ricos.

¿Y es posible esto?
Es más que nada una percepción, una expresión de deseo, no hay una cosa concreta que uno pueda saber. Sin embargo, todo el mundo está pendiente de ver en qué momento le va a pegar la crisis al país, pero hasta el momento no parece que esto fuera a pasar. Continuamos creciendo al 8 por ciento. La explicación creo que es evidente: el precio de la soja es extremadamente alto, el complejo sojero mueve mucho, que no es solo el grano o el aceite sino todo lo que mueve la soja: maquinaria agrícola, industria química. Mientras la soja siga alta la Argentina va a seguir creciendo. Si Brasil sigue creciendo va a poder seguir creciendo la industria, que es nuestro principal comprador de productos manufacturados; y Brasil tiene mucha relación con China.

Volvemos a China…


Argentina y Brasil van a seguir el destino que siga China. Mientras esta siga creciendo, Argentina y Brasil tienen pista para seguir haciéndolo durante los próximos años. El tema es cómo le pegue la crisis internacional a China.

¿Y cómo cree que puede afectarle la crisis?
China se está erigiendo como la potencia manufacturera del mundo, si los países ricos dejaran de consumir, esto podría afectar al gigante asiático. Pero hay quienes incluso sostienen que en caso de dejar de exportar, le queda el recurso del crecimiento interno. China es un país inmenso que lo único que tiene desarrollado es la parte costera, toda la parte continental continúa siendo muy rural. Tiene para crecer desarrollando todo lo que tiene internamente.

Mientras esta situación continúe, Argentina y Brasil tienen garantizado una década más de altas tasas de crecimiento, a un 6 u 8 por ciento.

¿Cree que durante este período se ha cambiado la matriz productiva, como dice el gobierno?

Yo soy de la idea de que toda la industria es buena, toda transformación manufacturera es positiva. La industria más competitiva que tiene la Argentina para desarrollar, es la ligada al campo. Cuando exporta soja, si bien exporta granos, también exporta manufacturas como el aceite. La materia pendiente es empezar a desarrollar las exportaciones de las industrias que han crecido con el campo, como la de maquinaria agrícola o la química. Ahí esta la competitividad para la Argentina, que se observa en Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba.

¿Y la industria automotriz?

La industria automotriz es resultado exitoso de una política estratégica que se ha mantenido por años. Argentina no tenía capacidades para desarrollar autos, lo que hacía eran ensamblados. Pero hubo un cambio de la mano del Mercosur, ensamblando el complejo automotriz con el de Brasil. De ahí nace el fenómeno de las exportaciones automotrices. En realidad es un complejo integrado entre dos países en donde se define qué modelos se producen en Brasil y qué modelos en la Argentina. Fue resultado de apostar por el sector, una experiencia debería repetirse con las autopartes, en la que somos deficitarios.

El mercado laboral

¿Qué reformas debería encarar el gobierno?


El principal tema son los bajos ingresos de una gran cantidad de gente, que no tiene que ver con el tema de la pobreza. En el mercado laboral argentino sólo la mitad de la gente trabaja como asalariado registrado. Tenemos dieciséis millones de ocupados urbanos. La mitad esta en blanco con sueldo de 4500 pesos en promedio, y son los que aprovechan la bonanza económica. Ahí está el boom del consumo y el bienestar de esta economía, que está funcionando más allá de todos los peros que uno pueda ponerle políticamente. La otra mitad son los asalariados no registrados o los cuentapropistas, que muchas veces no se los asocia como asalariados aunque en realidad lo sean.

El 64% de los cuentapropistas no son profesionales o no cuentan con un capital considerable como para ser considerados empleadores. Aquí entran los que hacen changas, que van de un trabajo a otro, los taxistas y remiseros. Este grupo no ha visto cambiar su situación de manera estructural y no tiene perspectivas de que en algún momento entren en la formalidad. En el año 2004 teníamos 4,2 millones de asalariados en negro y dos millones de cuentapropistas. En el 2010 sigue el mismo número.

¿Cuáles son las razones que explican la persistencia de esta situación?

Lo que esto muestra es que a pesar de que la economía crezca, los trabajadores informales no van a pasar automáticamente al sector formal, sino que hay que trabajar para que esto suceda. Y ahí es donde surge la discusión de la infraestructura impositiva argentina. Cuando uno se pregunta por qué en una empresa no pone en blanco a sus trabajadores, aparecen tres datos. El primero de ellos es que en el 85% de los casos estos trabajadores están en empresas muy chicas, de menos de veinticinco trabajadores. El segundo dato es que el 60% son trabajadores con bajo nivel de educación, que por este motivo no pueden incorporarse a permiten baja calificación. El tercer dato es que contratar a un trabajador en blanco es carísimo. Cada cien pesos que el trabajador se lleva su casa, la empresa paga ciento cincuenta. Las empresas grandes lo pagan, porque tienen la holgadez para hacerlo, las que le siguen pagan mitad en blanco mitad en negro, y ya en las más chicas de menos de 20 empleados, el trabajador está en negro.

¿Cuál sería una posible solución?

Una reforma del sistema tributario, sacar el impuesto que grava la contratación del trabajador y por ejemplo, en lugar de gravar con el 50% a todos los salarios, que el impuesto a las ganancias vaya reemplazando a las contribuciones patronales.

Hoy el impuesto a las ganancias se paga a partir de los siete mil pesos; si uno eliminara las cargas sociales y trajera el impuesto a las ganancias al mínimo no imponible (dos mil pesos), la presión tributaria sobre el asalariado sería mucho menor, porque las contribuciones patronales son del cincuenta por ciento; en cambio el impuesto a las ganancias es mucho más progresivo. Uno podría recaudar el mismo dinero con este mecanismo, y eso no grava la contratación de mano de obra, porque con el impuesto a las ganancias uno paga por los ingresos que recibe, no sobre el empleo.

Esto lo hizo Australia, lo hace Canadá, lo hizo Nueva Zelanda. Alternativamente uno puede empezar a cambiar las cargas sociales por el IVA. El empresario podría pagar las cargas sociales y después descargarlas en el IVA, por ejemplo cuando compre insumos. Esto lleva a que las empresas quieran pagar el IVA para poder cobrar, lleva a formalizar, es un círculo virtuoso.

¿Y en la región algún país siguió ese camino?
Brasil, el 3 de agosto anunció una reforma cuyo principal punto es que va a cambiar la contribución patronal por el impuesto a las ventas. El 20% para textiles calzados y software no van a pagar, pero van a comenzar a abonar un 5% sobre las ventas. Que no les cobren cuando vayan a poner un empleado en blanco, sino cuando realicen sus ventas.

En Argentina esto se hace con las compañías de software, que crecieron al siete mil por ciento, y yo creo que gran parte de este crecimiento se explica por esta medida. Incluso creo que este es el mejor momento para realizar estos cambios, porque estamos creciendo. Cuando se está en recesión es el peor momento para hacerlos porque puede tener consecuencias negativas. Hay que aprovechar la bonanza para realizar estos cambios estructurales.

Los desajustes del “modelo”

En el reciente congreso de AEDA se habló del déficit fiscal y la reducción del superávit fiscal como señales que hay que empezar a trabajar…

La situación fiscal es un tanto precaria. Generalmente se da a conocer el resultado primario. Si a eso se le resta lo que se paga en intereses, el sector fiscal ya está en déficit. Y además si uno descuenta las transferencias que se hacen desde la ANSES y del Banco Central al Tesoro Nacional, el déficit es grande. Es decir que en realidad el déficit ya está, pero no se explicita, porque los recursos extraordinarios se están computando como si fueran ordinarios. Aquí entra el papel del superávit comercial. El Banco Central se nutre como fuente de financiamiento los dólares que deja la balanza comercial. Cuando en la plaza hay gran abundancia de dólares, el BCRA sale a comprar y se hace de divisas, que son las que le da al tesoro. En la medida en que se reduzca el superávit comercial, el BCRA aun tiene para actuar mediante cincuenta mil millones que hay de reservas, pero no las va a poder ir reponiendo.

De ahí la preocupación de que si se acaba el superávit comercial perjudica las cuentas fiscales. La tendencia de la balanza comercial es que se vaya reduciendo. Este año seguramente quede cerca de los diez mil millones de dólares, cuando el año pasado fue de doce mil millones. Obviamente que si termina siendo menos se encenderá la alarma de que “cruzó la frontera de los diez mil”. Pero así y todo quedaría el 2012 con superávit, y quedan los cincuenta mil millones de reservas.

Lo que habría que hacer es, dado que hay tiempo, implementar en el sector público los cambios necesario para reducir el déficit y no tener que depender tanto del superávit comercial para financiar al Estado.

¿Por qué se está reduciendo el superávit comercial?
El superávit que se necesita se está reduciendo porque aumentan las importaciones de combustibles, que son la derivación de los subsidios. Dando un marco para que las empresas de energía inviertan, tenderían a reducirse las importaciones. Argentina antes era superavitaria en petróleo y gas, ahora es deficitaria porque no ha habido inversiones y hay mayor demanda. Dada la prohibición de exportaciones no es rentable explorar en la Argentina porque se tendría que producir para el consumo interno que tiene una tarifa que está muy licuada.

¿Propone entonces eliminar los subsidios?

Yo creo que dado que hay tiempo para que el Estado financie el déficit con las reservas, habría que aprovechar ese período para hacer un cambio progresivo. Por ejemplo, podría planificarse que en el año 2012 las empresas publicas y privadas subsidiadas van a recibir a hoy el mismo monto, y lo que necesiten adicionalmente se va a cargar en las tarifas. De esta forma con la inflación se va a ir licuando progresivamente el subsidio y el aumento en las tarifas será muy paulatino.

Por otro lado, en lo que es energía y transporte realizar cambios para lograr una tarifa social para la gente de menores ingresos y que la clase media y alta pague lo que el servicio cuesta.

¿Entonces, estos serían los problemas que la Argentina debería empezar a ajustar?

La buena noticia es que están identificados estos factores en los que deben hacerse modificaciones. Están identificadas las distorsiones. Es altamente factible que la Argentina tenga un período de alto crecimiento, hay que aprovechar que estamos creciendo para dar sustentabilidad al crecimiento.

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