miércoles, 13 de julio de 2011

Para salir de la coyuntura: "Firmenich percibía que Quieto podía hacerle sombra" (reportaje a Alejandra Vignollés, autora del libro Doble Condena)


“Firmenich percibía que Quieto podía hacerle sombra”
Alejandra Vignollés en la Plaza de Mayo.
Alejandra Vignollés advierte de entrada que ella no escribe “sobre los 70”. “Ese título es demasiado pomposo, yo hice foco en investigar la historia de los Montoneros y su lógica interna”. Su último libro, Doble Condena, apunta al capítulo más sensible y doloroso de la organización: la historia de Roberto Quieto, quien lideró las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) primero y Montoneros luego, cuando ambas organizaciones se fusionaron en octubre de 1973.

Doble Condena, señala la tragedia de Quieto, capturado por los enemigos de los guerrilleros y condenado en ausencia por Montoneros. Después de su secuestro el 28 de diciembre de 1975, las gestiones que realizó Roberto Perdía ante el represor Albano Harguindeguy para que lo liberaran no prosperaron y Quieto fue juzgado en ausencia por el tribunal revolucionario, acusado “de los delitos de deserción en operación y delación, y propuesto las penas de degradación y muerte a ser aplicadas en el modo y oportunidad a determinar", según publicó en su momento la revista Evita Montonera.

Además de reconstruir los férreos códigos de conducta que se imponían en la militancia y los conflictos que éstos causaban con su vida personal y afectiva, Doble Condena hecha luz sobre la intimidad del líder de las FAR. Vignollés pretende con su libro ir a contrapelo de ese relato tan triste y vergonzante que tuvo Quieto. Un hombre que, según el libro, “fue matado tres veces: primero en vida, en la soledad de no poder ver a su familia y sabiendo que su proyecto político había fracasado. Luego sus compañeros, dejando su nombre escrito como el paradigma del traidor, y finalmente por las torturas a las que fue sometido hasta la disposición final de su cuerpo”.
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La tapa del libro de Alejandra Vignollés.

-¿Por qué elegiste escribir sobre Roberto Quieto?
Tuve un problema de salud que me llevó replantearme muchas cosas. Ahí me di cuenta que había olvidado algo muy importante: que en verdad a mí me gusta mucho mi profesión, el periodismo y la investigación. En esa época, volví a leer a Richard Gillespi y su tesis doctoral para Oxford en donde defiende a Quieto. Eso me pareció rarísimo y olfateé algo: es como que baje un extraterrestre a rebatir la versión oficial de Firmenich, algo muy raro. Luego, hablando con ex dirigentes montoneros me decían: “no te metas con eso, hay mucha gente que se va a ofender, mejor no remover mucho ese tema”, y ahí me empeciné más. Y luego me di cuenta que a través de Quieto se podían contar muchas cosas: la vida interna de las organizaciones y sus códigos de conducta.

¿Crees que Quieto se merecía un mejor relato que el que circuló hasta ahora?

Mi hipótesis de partida es que Quieto no había “cantado” nada durante su secuestro. Ahora bien, me costó años demostrarlo. Se cae por peso propio que, si él era el jefe militar federal de montoneros y sabía donde estaban las armas, la plata, las casas logísticas, la fabrica de armas, los 40 millones del secuestro de los hermanos Born, bien podría haber hecho caer a toda la organización en cuestión de horas. Si hubiera querido salvar su vida primero lo hubiera entregado a Firmenich, porque sabía donde vivía. Quieto sabía todo, tenia información que quizas ni el propio Firmenich manejaba. ¿ Y un tipo de esa jerarquía iba a delatar a un perejil? Tenia mucho mas para entregar que un militante raso.

¿Quieto es un personaje incómodo en la historia de Montoneros?
Es un personaje políticamente incorrecto, incómodo, para mucha gente. La familia me guió en muchos aspectos. Él era un hombre secreto: no solo porque tenia esta doble vida en la que era un abogado de nota en Tribunales por la mañana y un guerrillero por la noche. Sino que porque era fundamentalmente un político. Su esencia era política, él siempre buscaba una solución política. Y nunca sabias lo que pensaba, algo típico de los políticos: puede amagar por un lado pero luego tener otra estrategia, y es imposible saber que esta pensando en lo más íntimo. Creo que la única que sabia realmente quien era el era su mujer, Alicia.

¿A pesar de las distancia y las separaciones?
Si, Alicia contó que le pidió separarse varias veces y el no quería, y que, en el fondo, ninguno de los dos creía en esa opción. Estuvieron muchos años juntos. Ella nunca quiso saber nada con Montoneros, ese era uno de los problemas que en el juicio revolucionario se le señalan, su “mala resolución de sus problemas personales” .
No es que la familia busque una reivindicación, pero ellos siempre sintieron como una gran injusticia lo que había pasado, porque nadie se dedicó a investigar la versión oficial de Firmenich y ellos sabían que “el negro” no había delatado. Si “el negro” hubiera colaborado con sus torturadores, Montoneros desaparecía de la faz de la tierra en menos de una semana. Sin embargo, Firmenich siguió viviendo en la casa que vivía, con plena confianza de que no iban a delatar esa casa.

Firmenich y las FAR

¿Crees que Firmenich aprovechó la desaparición de Quieto para sacarse de encima un posible disidente dentro de montoneros?

Es que Quieto ya era un disidente. Montoneros pasa a la clandestinidad y Quieto organiza el secuestro a los Born unos días después con mucho éxito, pero a pesar de eso él ya empieza a plantear la discusión sobre hacia dónde estaban yendo. Quieto señala la necesidad de una salida política, no militar, y la necesidad de tender puentes hacia la política. Sin embargo, gana la línea militarista, y eso lo deja muy sólo a Quieto. Ya habían matado a Marcos Osatinsky, veía fracasar su proyecto político, su matrimonio estaba entre paréntesis y encima no podía ver a sus hijos.

¿Pero él estaba por romper con Montoneros?
No creo que se le hubiese ocurrido nunca irse de Montoneros, por sus convicciones y por lo orgánico que era. La noche anterior a su caída tiene una discusión con su mujer que le propone irse a vivir al exterior. Ahí Quieto le da a entender que él se iba a morir con las botas puestas. No veía la salida en cierto modo y lo percibía: si no lo mataban los Montoneros lo iban a matar los militares. Y todo eso termina con su caída.

¿Los dirigentes de las FAR tenían una superioridad estratégica e intelectual por sobre los de Montoneros?
(piensa) Yo no diría eso. Sí que eran mayores y tenían más experiencia. Eso era notorio. Quieto tenía cierta formación militar por haber pasado por el Liceo Militar de chico. Además de formación universitaria, había tenido experiencia de militancia universitaria y sindical. Firmenich percibía que Quieto podía hacerle sombra. Se podía sentir menoscabado o inseguro ante eso. Aparte, Quieto, como todo buen marxista, era un estudioso (sonríe). Enrique Gorriarán Merlo cuenta que cuando estaban todos presos en Rawson, Santucho los hacia estudiar y Quieto se acercaba. Gorriarán cuenta que terminaban la lectura y Santucho y Quieto debatían lo que habían leído. Gorriarán dice: “Yo ahí me sentía un subnormal, que no había entendido ni la mitad de lo que hablaban. ¡Ellos comentaban capítulos complejísimos El Capital como si fuera lo más fácil de entender!”

La historia oficial

¿Crees que existe un cánon de escritores de libros sobre la década del 70 encabezado por Horacio Verbitsky ?

Totalmente. Cuando empecé a investigar sobre Quieto me decían “no te metas con ese tema, que muchos se van a enojar”, y eso me cerró un montón de puertas. Pero basta que me digan que no, para que yo siga insistiendo. Eso produjo que unos amigos de Quieto se sintieran indignados y me empezaran a presentar gente para contar luego la historia.

¿Ese canon de autores complica a los periodistas más jóvenes a escribir sobre esos temas?
Era difícil cuando yo empecé. Ahora se abrió una brecha. Aparte, ya estamos grandes para que nuestros “periodistas mayores” nos digan lo que deberíamos escribir, no? Si no hay una generación que cuestione a su anterior no hay avance, habrá siempre status quo. Hablo de la generación de Ceferino Reato y la mía, que ya somos cuarentones con varias décadas de experiencia en el periodismo. Lo que sí me llama la atención es que los historiadores no se hayan metido con esos temas. Algunos politólogos hay, pero pocos historiadores, salvo textos de Lucas Lanusse quizás. ¡Y ya han pasado más de cuarenta años!

Tu libro describe muy bien los códigos de conducta que se imponía a los militantes.


Si te ibas a vivir con tu novia, le tenías que pedir autorización a tu responsable. Creo que eso no lo hacen ni los militares en el ejercito. Se castigaba la infidelidad y encima de forma machista: a las mujeres las castigaban más duro, pues a la que degradaron en el escalafón fue a la amante de Quieto y no a él. La mujer que se quiebra y termina relacionada sexualmente con su secuestrador era considerada una prostituta para los montoneros, pero ¿qué posibilidades podía haber a negarse a tener sexo con el “Tigre” Acosta?

¿Crees que el contexto actual con el kirchnerismo en el gobierno se favorece estos debates?
Hay un sector del kirchnerismo que quiere debatir y reivindica a Quieto, algunos de ellos estuvieron en la presentación del libro. Se trata de una discusión interna entre ellos bastante interesante. No hay agrupación políticas con su nombre, claro. Fernando Vaca Narvaja lo reivindicó hace unos años en el aeropuerto de Rawson. Pasado el tiempo se dieron cuenta que fue terrible lo que hicieron. Pero hay otro sector más cercano a Firmenich que prefiere no hablar, creo que le debe pesar mucho en la conciencia (se queda pensando). La verdad es que yo no quisiera estar en sus zapatos.
Fuente: reportaje publicado en políticaonline

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