Esta vez, Julio Varela nos contó cual fue el show que más lo impactó, en la sección ya habitual de ElDiariodeTandil papel.
Por Julio Varela (Periodista, Extensión Unicen)
Pude ver muchos conciertos de distintos géneros y estilos, preferentemente de rock, asistiendo varias veces en calidad de periodista con lo cual la mirada a veces es otra, ni mejor ni peor, pero sí más amplia ya que no sólo se participa con la emoción.
La paradoja es que al show que más rescato asistí como espectador común y en forma impensada porque justamente no era un apasionado del músico en cuestión. Sucedió en el Teatro Cervantes. Pasé de casualidad nada más cuando el hombre invisible me dijo:
-Pasá Julio, está que explota-
Me resistí al principio pero ante la invitación de Marcelo Vallejos –el Invisible- entré. Ya en el escenario estaba Pappo. Lo había visto una sola vez en Necochea, tocando como solista en un boliche, en los años 70. Éramos entonces unos diez muchachos mirando. Tristísimo.
Ahora el Cervantes estaba lleno. Había rockers y otros que sólo iban por curiosidad (se los olfatea). Al cuarto tema ya me voló la cabeza. A las dos horas entré fuera de sí y, como era verano, me saqué la remera y empecé a revolearla, gritando arriba de una butaca como un chico o sea un verdadero papelón para, en aquel tiempo, un cuarentón. En medio del éxtasis total y del o-oo-oo de Woodstock, hizo infinidad de bises. Después de lo que se presumía era la última aparición, la gente cansada y acalorada se fue. El escenario quedó vacío y la sala semivacía. De pronto, como un fantasma apareció de nuevo Pappo.
-¿Adónde van?- preguntó y siguió tocando ante los pocos que habíamos quedado. Creo que el show duró tres horas y media.
Con el tiempo pude ver los megaconciertos (Stones, Mc Cartney, Crosby, Deep Purple, etc.) pero tamaña locura en el Cervantes de Tandil se convirtió en un riff inmortal.
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