domingo, 15 de junio de 2008

El placer de la autoflagelación

Por Guillermo Liggerini Momentos extremadamente delicados le toca atravesar a un país que evidentemente cultiva el placer de la autoflagelación. Cualquier hombre que mire desde el otro lado de la frontera de este largo y despoblado territorio nacional, no logrará jamás entender lo que los argentinos cíclicamente deciden emprender. Los que estamos dentro, de uno y otro sector y con sus ideologías a cuestas, ensayará el típico reproche al otro, la culpa siempre la tendrá un tercero. Mientras tanto, el país vive una suerte de quimera, ya sin vencederos ni vencidos. Pierden todos, indefectiblemente. La torpeza de un gobierno que ha hecho gala de un desmanejo preocupante sobre un conflicto que era de un sector y se transformó en la problemática nacional, la intransigencia de los ruralistas de no resignar un ápice en sus pretensiones, y los transportistas desesperados coartando una de las libertades básicas en un estado de derecho como la libre circulación, conformaron una semana patética, sin sentido. Especialmente cuando los ojos miran más allá del ombligo de los sectores en pugna. Si corrigieran su miopía y divisaran que en el norte de este vapuleado país, otros argentinos (sí también son argentinos aunque para algunos no lo parezcan) literalmente se mueren de hambre. Quien haya tenido oportunidad de oír el desgarrador testimonio del cura Olmedo desde la Quiaca, se le habrá llenado el traste de preguntas. Allá no estaban reclamando por ganar más o menos. No conocen ese “yuyito” que genera grandes dividendos. Claman por un peso más para los comedores (hoy reciben 0,50 centavos por chico), porque los pibes están desnutridos. El 50 por ciento de la población está desnutrida. El desabastecimiento allí llegó hace rato. Entonces, el reclamo de los productores se minimiza. La defensa del gobierno, acerca de medidas unilaterales en pos de una presunta redistribución de la riqueza, se desvanece. Allí, bien arriba del mapa del vapuleado territorio, no saben del eslogan utilizado por el poder para defender sus políticas. AQUÍ NOMAS En el pago, en tanto, se convive con este mal humor generalizado, lo que provoca que una de las obras más trascendentales de la historia lugareña se vea eclipsada. Se está en vísperas de inaugurar el hospital de niños, aquel sueño del jefe comunal ya cristalizado de la mano de un ciudadano “benefactor” y el compromiso económico de la Provincia, sin embargo el clima enrarecido no da margen para mucho disfrute aún. Salvando las enormes distancias, lo que pasa en la plana nacional, sucede aquí nomás. Cuando el país está en condiciones de retomar aquella nostalgiosa calificación de transformarse en el granero del mundo, los propios actores que se verían beneficiados atentan con el próspero panorama. En el pago chico, cuando se está a punto de abrir las puertas a la trascendente obra montada, se comienza a montar resquemores, demandas e inquietudes que ante semejante emprendimiento, debieran resultar menores, dóciles de salvar. Factiblemente la apertura del elefante sanitario presentará deficiencias de funcionamiento. Se anticipó que se iba a comenzar en etapas, pero lo que cualquier vecino anhelaba es que ante semejante histórico emprendimiento se hubieran trazado ciertos consensos, acciones básicas entre quienes en definitiva, serán los rostros a la hora de atender la demanda que allí se volcará. No resulta tan complejo requerir estos entendimientos elementales. Sin embargo, en el país y Tandil también, cuando ya no hay demasiadas excusas y las condiciones están a favor, el síndrome de la autoflagelación se hace carne.(fuente: La Voz de Tandil )

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