Fuego escénico
Imaginación, fuerza, coraje y unidad. El periodismo necesita romperse y reventar, nacer de nuevo. Vilipendiado por el mercado, el trabajo es más que nunca una profesión, un modo de supervivencia, y no una eyaculación hacia la opinión, información o lo que se nos dé la gana. Nuestras vidas transcurren, las décadas pasan y los medios utilizan una ínfima parte de sus herramientas. ¿Por qué los periodistas no estamos preparados para explotar hasta la locura los recursos tecnológicos, artísticos e ideológicos a nuestro alcance? Sencillo, porque el mercado no lo necesita. Envalentonados en una posición dominante y sueldos excepcionalmente abultados o paupérrimos, los periodistas somos fieles representantes del sistema mercancía, donde la información y los productos tienen un valor que puede durar lo que un abrir y cerrar de ojos. A mayor información menor valor de la misma.
Imaginación, fuerza, coraje y unidad. El periodismo necesita romperse y reventar, nacer de nuevo. Vilipendiado por el mercado, el trabajo es más que nunca una profesión, un modo de supervivencia, y no una eyaculación hacia la opinión, información o lo que se nos dé la gana. Nuestras vidas transcurren, las décadas pasan y los medios utilizan una ínfima parte de sus herramientas. ¿Por qué los periodistas no estamos preparados para explotar hasta la locura los recursos tecnológicos, artísticos e ideológicos a nuestro alcance? Sencillo, porque el mercado no lo necesita. Envalentonados en una posición dominante y sueldos excepcionalmente abultados o paupérrimos, los periodistas somos fieles representantes del sistema mercancía, donde la información y los productos tienen un valor que puede durar lo que un abrir y cerrar de ojos. A mayor información menor valor de la misma.
Asustadas, las caras conocidas de las corporaciones reproducen la religión que los catapultó a la fama y miseria ética. "Aquí estamos nosotros, para mostrarles que triunfamos, que nuestro mundo es pulcro y que no necesitamos piquetes ni pobres organizados", nos dicen a diario. Pero, se sabe, el espejismo de la tele poco tiene que ver con la realidad, que no sonríe como ellos. ¿Y los diarios? Nuestros periódicos parecen escritos por y para empresarios, y lectores dispuestos a consumir cualquier porquería que le vendan. Y el público, inteligente, come basura. Es que, en definitiva, ¿qué otra cosa puede tragar?
Por Matías Pocai
Periodista
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