jueves, 21 de junio de 2012

El conflicto con Moyano ¡ no es una mera reivindicación laboral !

Para comprender la raíz del conflicto con Moyano...La cosa es más compleja que la sangría del impuesto a las ganancias que nos jode a todos los que tratamos de ganar un buen salario-rompiendonos el tuje todos los dias-. La realidad es compleja y que no nos quieran hacer creer que el problema es una revindicación laboral...


Aduno dos post, uno de Ezequiel Meler, sobre sobre la historia de este conflicto que exploto anoche y otro de Abel Fernandez, un viejo político y conocedor del gremialismo argentino. Acá van: 

EZEQUIEL MELER: 



Hace tiempo, cuando fue el cierre de listas, varios buenos analistas advirtieron que el nuevo formato era conflictivo. La marginación del sindicalismo en general, CGT y CTA, así como de los movimientos sociales, no se traducía en el ascenso de otras fuerzas con peso propio. Luciano, una de las mejores plumas que he leído, dijo lo suyo. Por mi parte, contribuí con varios posteos de los que destaco este. Y lo debatimos con el compañero Nicolás Tereshuk acá. Todo lo que se escribió tenía un sentido: señalar la percepción de que, en la perspectiva del gobierno, y esto ha sido efectivamente así, los conflictos de la nueva etapa procederían antes que nada del interior de la propia coalición que venció en octubre. Algo bastante evidente en ausencia de oposición orgánica y habiendo obtenido cifras que marcaban una polarización sin alcanzar a expresarla cabalmente.
Paralelamente, cada uno hacía también sus pronósticos económicos. Los míos estaban, y están,acá y acá. Digo esto porque me parece que, en esta etapa, la economía tiene mucho que ver con el escaso margen que el gobierno se da a sí mismo para tratar ciertas problemáticas, su cercanía a los discursos antisindicales más rancios -aquí y aquí-, y la práctica poco feliz de declarar queciertas huelgas son menos legítimas que otras según un timing político que, claro está, nunca es el de los gremios que las declaran.
(Uno se pregunta, inevitablemente, qué huelga le puede parecer correcta a la presidenta. Al parecer, la respuesta es obvia: ninguna)
Pero, hasta ahora, salvo en Aerolíneas -donde una huelga de mecánicos fue declarada ilegal,mientras que otra, la protagonizada por los controladores aéreos, fue resuelta mediante lamilitarización del sector y su devolución a la Fuerza Aérea Argentina, en una exacta reversión de la política de Garré, la cosa venía más o menos según un curso previsible: las protestas se hacían, el gobierno las criticaba, pero no pasaba a mayores. Y las protestas, esto es importante, pasabanPasaban de largo. Eran molestas, sí, pero no devenían un asunto de Estado.
Este caso es distinto. Primero, por el contexto económico en que se da. En una situación de enfriamiento relativo, especialmente fuerte en el sector industrial, el gobierno ha optado por una combinación de políticas proactivas con controles y topes salariales en las negociaciones paritarias. Si bien esto último no se cumplió exactamente en los márgenes fijados, cierto es que los convenios en general vienen detrás de las expectativas inflacionarias, de modo que cumplen con el objetivo de desarmar desde el componente laboral la aceleración de los precios.
Ahora bien, en el análisis de coyuntura la economía es un marco general en que se desenvuelven los actores, pero no una explicación de sus conductas específicas. Al contrario, la explicación suele venir por el lado de la política. Y, en efecto, detrás de la puja económica entre el gobierno y los gremios se camufla una disputa política. No es una disputa cualquiera, al contrario: se trata de determinar quién ha de conducir al movimiento obrero en sus reivindicaciones específicas frente al gobierno durante los próximos años. Por un lado, se encuentra Hugo Moyano, secretario general de un gremio estratégico para la economía argentina, como es el Sindicato de Camioneros. Moyano, gran perdedor del cierre de listas que mencionamos al comienzo, fue también la figura más saliente del intento de los sindicatos peronistas de reinsertarse en la estructura del partido a partir de la experiencia kirchnerista. Empezaron bien, terminaron mal. Básicamente, creo que ante el cambio de panorama en la economía mundial, y apurado por la delicada situación del sector externo, el gobierno consideró que, de cara a una etapa signada por una mayor conflictividad social, era preferible contar con un personal político menos autónomo. Al mismo tiempo, se ejercieron presiones y se hicieron diversas gestiones para desplazar a un Moyano visiblemente despechado de la conducción de la CGT. El resultado, lejos de parecerse al efecto buscado, redundó en lo que parece ser una inminente fractura de la central, que se suma a la fractura de la CTA, también auspiciada por el gobierno.
Ahora, si lo que el gobierno esperaba con la maniobra era debilitar la capacidad reivindicativa del sindicalismo, como anticipaba esta editorial de Clarín, me parece que hoy día la realidad es claramente otra. En primer lugar, porque una fractura de la CGT en ningún sentido implica una novedad en la historia de la central, que ha pasado más tiempo dividida del que estuvo unificada. En segundo lugar, porque la fuerza de los sindicatos en estos años se ha expresado siempre en el plano de los sectores, no en huelgas generales. En tercer lugar, porque la liberación de Moyano de toda deuda con la coalición oficialista ya ha demostrado ser un costo. En cuarto lugar,  porque no está claro en lo absoluto que los gremios no moyanistas no vayan a adherir a la medida de fuerza, sea en el caso de la CTA de Micheli, sea en el caso del sindicalismo cegetista opuesto a Moyano, conducido por Caló.
(De hecho, mientras escribía estas líneas me dicen, no lo puedo confirmar, que Pablo Micheli ha adherido. Y yo que creía tener dos horas, al menos… Odio informar sobre trascendidos. Bueno, supongamos que es así.)
En fin. El gobierno no puede ya decir que se trata de a) un problema personal de Moyano, porque adihirieron otros gremios, b) una acción destituyente liderada por Scioli, porque esos gremios no son peronistas -y porque Scioli no conduce-, c) una huelga sin sentido para los trabajadores en general, porque el pliego de reivindicaciones, en especial los puntos referidos a mínimo no imponible, salario familiar y congelamientos selectivos de los fondos de obras sociales, figura incluso en la plataforma de Caló o Daer.
Decir que se trata de un reclamo corporativo de sectores favorecidos no agrega nada, ni a la legitimidad del reclamo, ni al hecho de que así han sido los últimos años, según muestrananalistas de primera. En general, en tanto contienda de opinión, esta es una batalla que el gobierno puede ganar, pero que tal vez no sea deseable, desde su propio punto de vista, que encare como “batalla”. Sano sería que el interlocutor del sindicalismo argentino sea alguien con más ruedo en el tema que Berni, sin Gendarmería a la vista, y por cierto, sin judicializar la protesta (Florencio, teléfono). Alguien como Tomada, en una mesa de negociación política.
Ir a batallar para obtener disciplina en el mercado de trabajo, con las armas de la justicia(sanciones económicas, intervención, quita de personería, etc.), del orden público (represión), o del delirio (aquí cabe mencionar al ex amado de la CGT) no sólo va contra el ADN del gobierno, que por años nos ha explicado su vocación de no criminalizar la protesta social como parte de un proceso de inclusión de los que menos tienen. Va, además, contra el sentido común. Moyano, por la razón que fuere, ha tocado un nervio sensible de los trabajadores argentinos. Que su pelea tenga que ver también con el reposicionamiento que ha de suceder luego del 12 de julio no invalida lo anterior.
El gobierno escaló demasiado rápido y demasiado a fondo, y se encontró con un adversario que piensa como él: retroceder nunca, rendirse jamás. No es buena idea seguir avivando el fuego, ni siquiera si se gana. Porque, a veces, se necesita un monstruo para liquidar a otro, y el gobierno no debería estar tan ansioso de convertirse en el campeón de las patronales y las clases medias a las que antes indignaba, nos dijeron, por su voluntad igualadora. En política importan los resultados, no las intenciones. Y la mejor manera de conseguir buenos resultados surge de la inteligencia de los mediadores y de la calidad política de los que piensan el juego.
Ezequiel Meler.
P. S.: Los que leen este blog desde que arrancó saben mejor que el autor que la intención que lo anima no reside en sumar adjetivos a explicaciones ya hechas, sino en analizar las cosas con la cabeza lo más fría posible, para luego abrir la posibilidad de que sea el lector el que haga las valoraciones que considere convenientes. De todos modos, dada la probable escalada de las próximas horas, aclaro que hacer política no es destituyente, hacer paros tampoco, tener ambiciones políticas aún menos, y no ser oficialista, si el gobierno sigue operando así, pronto será un mérito.
La Presidente y Moyano: ¿hasta donde llega la pelea?

Sigo las noticias, las declaraciones y los tweets. Hablo con algunos amigos y leo algunos posts. Y reflexiono, un poco preocupado por viejas historias que no terminaron bien. Igual, siento que la realidad fuerza una respuesta: Esta pelea no “llega” a ningún lado. Se queda donde está. Y sigue.

Me arriesgo al decir esto, porque en las últimas horas están pasando cosas muy rápidamente: el gobierno anuncia acciones penales contra Camioneros; Moyano convoca a un paro nacional, con movilización a la Plaza de Mayor, en los estudios de TN; la Presidente adelanta su regreso al país; la CTA opositora, de Pablo Micheli, y la Unión Ferroviara expresaron su apoyo al reclamo; … 

El gobierno ha encontrado un oponente que cultiva su mismo estilo: ante un desafío, doblar la apuesta ¿Alguien no conocía este rasgo de Hugo Moyano? Es algo frecuente, hay que decirlo, en la tradición peronista, que inquieta y crispa a los formados en culturas políticas más mansas. Y, también se debe reconocer, puede llevar a imprudencias graves.

Pero quiero señalar que ya, desde fines del año anterior, el enfrentamiento fue claro y abierto, desde que el gobierno le negó al sindicalismo lugares en las listas (con la tácita aprobación de los aparatos territoriales); está la renuncia de Moyano y sus hombres a sus cargos en el PJ; están las cosas que dijo Cristina hace un mes y medio aquí, y los ”moyanistas” aquí. Hace diez días la CTA opositora hizo un paro con movilización, y Moyano adhirió.

No quiero hacer muy largo este post. El 13 de mayo pasado subí uno donde reuní reflexiones mías y de otros para trazar el cuadro de las relaciones, y las tensiones, entre el gobierno y el sindicalismo; creo que sigue siendo válido. Recién, mi amigo Ezequiel Meler subió uno donde hace la historia política de este conflicto. Y hoy a la mañana, Gerardo Fernández había reporteado en su programa sobre el presente de Moyano a Manuel Barge, Sebastián Etchemendy y a mí. Allí están los tres audios (y recomiendo escuchar el de Manolo por su radiografía de Camioneros).

Quiero insistir – como punto central – en algo que dije en el programa de Gerardo: hay una parte política y una parte estructural en este conflicto. Están íntimamente relacionadas, pero son cosas distintas, y no entenderlo lleva a confusión.

Como lucha por el poder político, puede verse, si se quiere, en el marco de la pelea por la sucesión de la Presidente, que – por las características de la política argentina – ya está planteada. Pero esa lucha tiene límites muy claros, que hacen imposible una definición rápida.

Moyano no es una alternativa política creíble. Querría serlo, tiene derecho a ambicionarlo, pero está muy lejos de ello. No es que su “intención de voto” en las encuestas casi no existe; la barrera principal es que apenas ha comenzado la construcción del aparato político sindical que podría encabezar, y muy pocos lo seguirían hoy en un enfrentamiento con el gobierno nacional y los provinciales. Por supuesto, su capacidad de daño es importante, y podría ser un apoyo logístico formidable para el que se plantee enfrentar a la Presidente en las urnas.

Pero… esto sería un acuerdo, por puestos en las listas o cargos en el ejecutivo, que podría hacer cualquier sindicato importante. Lo que no existe hoy en el escenario nacional es una fuerza, un candidato o siquiera una propuesta con posibilidades reales que sea visiblemente más afin a lo que pudiera ser el proyecto político de Moyano, a los objetivos del sindicalismo que… la que encabeza Cristina Fernández. Moyano está dando una batalla política como sindicalista, y eso le pone un techo.

Pero eso mismo le pone límites a la “victoria” que pueda alcanzar Cristina. Ante todo, tengamos claro que la Presidente, y/o sus partidarios más fervientes deben esforzarse por la posibilidad de la reelección. Y lo hacen. Si no fuera así, por esas mismas características de la política argentina que ya aludí, en dos años los ordenanzas ya no le servirían café. Todas las expectativas y las ambiciones estarían volcadas hacia los que podrían llegar.

Es cierto, empiezo por reconocer, que un sector numeroso de los votantes puede mirar con simpatía a una Presidente que “pone límites” al cuco de la clase media, Hugo Moyano. Y algunos de sus fieles pueden especular con esto. Pero sería un error. Porque aquí juega la “faz estructural” que mencioné. Enfrente no está, en realidad, el hasta ahora Secretario General de la CGT. Está la Federación Nacional de Trabajadores Camioneros, Obreros y Empleados del Transporte Automotor de Cargas, logística y Servicios, que los años de Menem y los de Kirchner han convertido en el sindicato más poderoso de Argentina.

Si mañana el Negro Moyano y sus hijos se “borraran” – sueño húmedo de los kirchneristas no peronistas y de muchos antiperonistas - otra conducción simplemente reiteraría los reclamos de aumento del mínimo no imponible, pago de los aportes pendientes por cargas sociales, extensión de las asignaciones familiares…Ah, y el 30 %.

De todos modos, la naturaleza estructural del conflicto es lo que garantiza su permanencia. Porque, en el fondo, lo que está en juego es la relación con el movimiento obrero.

No puedo evitar repetir lo que ya escribí ”En cuanto a las organizaciones sindicales en su conjunto … son realistas: No van a enfrentarse innecesariamente con un gobierno que les ha permitido recuperar, especialmente a los gremios industriales pero en general a todos, afiliados, es decir, empleos, y poder económico. Y tienen muy claro - lo he repetido muchas veces en el blog – que no existe hoy una opción política realista más favorable a los intereses de la clase trabajadora que el gobierno de Cristina.

Al mismo tiempo, saben que la inflación “del supermercado” afecta a sus bases. Y que, cuando hay trabajo, también hay agitación sindical. No tienen ningún problema en reivindicar la conducción del peronismo por Cristina Fernández de Kirchner, pero sus obligaciones concretas son hacia su gremio. Si el gobierno no brinda respuestas a sus necesidades… porqué – dicen en privado – van a reemplazar a Moyano? Para pulsear con el gobierno, el Negro tiene condiciones.

Y si los acomodamientos internos fuerzan la ruptura… el movimiento obrero peronista tiene una larga experiencia en el asunto. Estarán los gremios “participacionistas”, los más cercanos al gobierno, los “combativos” para chumbarle, y – en el medio, equilibrando – los más fuertes, para golpear y negociar. Antes se los llamaba “vandoristas”.”

Este sigue siendo el cuadro. La CGT casi seguramente se dividirá (más). Porque ya los “Gordos” estaban prácticamente afuera, Barrionuevo encabezaba la CGT Azul y Blanca, están las dos CTA, … Y? Como dice Ezequiel Meler “una fractura de la CGT en ningún sentido implica una novedad en la historia de la central, que ha pasado más tiempo dividida del que estuvo unificada“.

En este plano, y en la instancia por la que atravesamos, tengo una diferencia con el análisis de Ezequiel y con el pensamiento de viejos amigos del sindicalismo: El gobierno nacional no puede perder su condición de árbitro de las demandas sociales, no frente a la presión de un sector ¿Somos o no somos bonapartistas? Eso sí, un bonapartismo de guantes suaves, que evite enfrentar a las fuerzas de seguridad con hombres igualmente duros, con una tradición de pelear por lo suyo. Episodios como los que hubo en Santa Cruz, a escala nacional, serían desastrosos para la moral del oficialismo.

Antes es necesaria la paciencia y la muñeca que, por ejemplo, encauzaron el fenómeno de los piquetes, que tanta irritación y algo de temor provocaba en los argentinos más prósperos que ellos, en la construcción de los movimientos sociales.

Estoy de acuerdo con Meler, y con su amigo Mario Wainfeld, que el gobierno ha cometido un error al hacer tan ostensible la pulseada con Moyano, al retrasar el cumplimiento de reclamos razonables, y, sobre todo, al no permitir canales de negociación. La negociación nunca se debe interrumpir, ni en la guerra. En realidad, es más necesaria en la guerra.

La autoridad presidencial puede, y debe ser, indiscutida sobre los funcionarios. Sobre los sindicalistas, como sobre los argentinos en general… es necesario aplicar las máximas de Perón, que señalaba que conducir no es mandar sino convencer.

CONTINUARÁ...

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