sábado, 8 de agosto de 2009

Los liderazgos de la burguesía nacional

Para las expectativas y las ansiedades del Gobierno, el Consejo del Salario funcionó como un relojito. El aumento del salario mínimo vital y móvil a 1500 pesos se pactó en una jornada, zanjando distancias grandes entre las partes. El susodicho consejo es el prospecto de otro, el del diálogo económico y social, una discusión empantanada habría proyectado efectos nocivos para la nueva institución, que está en incubadora. Los estamentos patronales y sindicales dieron cuenta de entender que se estaba sentando un precedente y cooperaron para un cierre eficaz y veloz. La gran paritaria entre empresarios y gremialistas, reflejó lo que ocurre en la arena nacional: la “burguesía nacional” tiene un puntal, que conduce al resto. Los industriales reclamaron ese lugar durante décadas. En los noventa fueron detrás del sector financiero, ahora se subordinan a los ruralistas. Las corporaciones, extrañadas del poder de decisión gubernamental por el kirchnerismo, van por su revancha después de las elecciones y tienen su campeón, subido al caballo y esgrimiendo la lanza. “El campo” es rico, sus exportaciones son claves en la formación de los recursos fiscales, tiene poder de movilización, fue cabeza de la oposición... la lógica corporativa induce a reconocerle primacía. También puede pintar el atavismo histórico de la “burguesía” industrial, siempre fascinada por las clases tradicionales. Ese sector jamás terminó de ser “una clase en sí”, subyugada por los fastos y los ritos de los dueños de la tierra. Arturo Jauretche (tan malversado por muchos glosadores actuales) señaló con agudeza la falta de espíritu guarango o desafiante de esos criadores de riqueza. El signo de los tiempos agrega un dato material a una tendencia proverbial. Casi todos los empresarios poderosos, cualquiera sea el “palo” de que provengan, son, hoy y aquí, dueños de “campos”. Para darse lustre, como en tiempos idos, o para llevársela con pala o para los dos fines. La expresión “burguesía nacional” casi siempre mereció escribirse con comillas. No suelen ser ni burgueses ni nacionales. En promedio, les encanta succionar la teta del Estado, al que denuestan. Carecen de un proyecto integrador, son evasores y ausentistas, la pulsión para fugar divisas es parte sustancial de su idiosincrasia. “El campo” encarna como nadie esas características. La “burguesía nacional” reconoce, pues, un liderazgo en su confrontación con un Gobierno que generó condiciones para que se enriquecieran pero al que ahora ven como un enemigo. Los jefes de la Mesa de Enlace no se privaron de nada: descalificaron a la oposición, se definieron como los ganadores de la compleja elección del 28 de junio, vivaron a Martínez de Hoz. Hubo exaltación, pero no distorsión: expresaron sinceramente su ideario, próceres incluidos. La desmesura corporativa preocupa a sus aliados políticos, que manejan más variables que la voracidad de un sector. Esas diferencias son las que pueden propiciar una respuesta democrática sistémica que encauce la protesta, sin desconocerla. Una charada que el Gobierno no supo descifrar solo el año pasado ni podrá ahora, si no busca compañía.

Fuente: La Sintesís de Azul

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