viernes, 14 de diciembre de 2012

Economía: Discutiendo sobre las restricciones externas



Pablo Tonelli. economista
Qué bárbaro sería que uno pudiera emitir dólares” dijo la Presidenta Cristina Kirchner, flanqueada por el Nobel Joseph Stiglitz, recientemente.
Dado que esto, desgraciadamente, es imposible, la carencia de divisas para sostener el proceso de desarrollo ha sido un tema recurrente de la política económica argentina.
En los años de la primera etapa de la sustitución de importaciones, allá por los cincuenta y los sesenta, dicha crisis se conoció como el fenómeno de “stop and go”. En líneas generales implicaba que las divisas, generadas centralmente (en un principio exclusivamente) por las exportaciones del sector primario exportador, resultaban insuficientes para sostener el desarrollo industrial. Lo que se traducía, finalmente, en una fuerte devaluación, con sus conocidas consecuencias sobre el mercado interno y los salarios, que provocaban un “ajuste” de la actividad económica (el stop) para luego, (no sin antes sufrir fuertes consecuencias) relanzar el proceso productivo (el go). Y así seguir.
En los años setenta y con un impulso sustitutivo de importaciones de nuevo signo esa dinámica, como afirma Alfredo Zaiat,”se hizo más compleja al incorporar el flujo de capitales internacionales”. Eso quiere decir que los desequilibrios comenzaron a financiarse con deuda externa, lo que ocasionó la crisis de la deuda de los años 80 y sus numerosas refinanciaciones con un crecimiento prácticamente nulo (stop de una década). En los noventa la extranjerización de la economía y el crecimiento (el go) se financiaron con endeudamiento externo hasta el colapso de la Balanza de Pagos que marcó el fin de la Convertibilidad (gran stop).
La extraordinaria expansión de la economía argentina de 2003-2011 hizo pensar que la restricción externa, como en el tango, era “un fantasma del viejo pasado”. Hasta que a fines de ese año (2011) la cuenta corriente de nuestra Balanza de Pagos quedó prácticamente en cero.
El economista argentino Fabián Amico afirma: “Desde los años 90, gracias a la apertura de la economía, cambió el patrón importador de la industria. Antes, cuando la inversión en la industria crecía, eso hacía crecer en buena medida la producción nacional de bienes de capital e insumos; hoy, tras la apertura importadora de los 90, cuando la inversión crece, aumentan más que proporcionablemente las importaciones de bienes de capital e insumos importados
Sintetizando, un poco esquemáticamente: en los 50, 60 y 70 (años de sustitución de importaciones y apoyo a la industria) las divisas que provenían del sector primario exportador eran insuficientes para sostener el proceso de desarrollo industrial sin alteraciones. El sector primario exportador (proveedor de los dólares) estaba estancado. En la actualidad (reinicio del proceso sustitutivo e industrializador como objetivos) con un sector exportador dinámico y buenos precios internacionales tenemos la restricción adicional de la ruptura de los eslabonamientos productivos en la industria y la desaparición de sectores enteros productores de insumos y bienes de capital nacionales. Este es el problema de la restricción externa hoy.
Como bien afirma Amico “esta situación puede legitimar los viejos diagnósticos ortodoxos”. Crecen las voces a favor de revalorizar la producción primaria en la que se tiene “ventajas comparativas” y se sugiere abandonar una industria “ineficiente”. Siguiendo a Amico “las mayores importaciones constituirían la manifestación de un “exceso de demanda” interno”. De ahí se pasa al ajuste, para la ortodoxia, inevitable.
¿Es posible evitar este desenlace? Mi respuesta es afirmativa.
Para ello como bien afirman Martín Schorr y Andrés Wainer, economistas de FLACSO. “La Argentina enfrenta dos problemas estructurales relacionados pero de índole diferente. Por un lado evitar que se produzca un estrangulamiento externo que pueda restringir o incluso revertir la expansión de la economía. Pero también se encuentra pendiente la cuestión del desarrollo y la competitividad en los sectores de la producción tecnológicamente más avanzados”.
El primer problema estructural es atacado por la estrategia del control de cambios y el régimen que llamo de “inconvertibilidad” del peso. Evitar a toda costa la fuga de capitales. Exitoso. Ahora bien, dado que el propósito de esta nota es discutir la política económica, me voy a referir a sus límites.
El segundo problema estructural se ataca con una clara política industrial. Aquí las falencias son más notorias y el problema mucho más complejo. Sumemos a esto el problema energético, pero vayamos por partes.
El estrangulamiento externo se ha evitado en primer lugar restringiendo la compra de dólares al máximo (racionándolos) y su éxito se mide en las Reservas acumuladas en el BCRA y en el superávit de la Balanza Comercial, es decir la diferencia positiva entre lo que exportamos e importamos. Reitero: Esta política cumplió exitosamente sus objetivos. Para ello se prohibió atesorar en dólares oficiales vendidos por el BCRA,  se controla fuertemente el saldo que se permite adquirir para turismo y existe una administración de las importaciones guiada por el principio de reducir el coeficiente de importaciones sobre el producto (es decir, que baje el total de lo que se importa en relación con lo que se produce).
¿Qué costos se pagaron?  El más notorio es que se afectó una variable clave para el crecimiento: La tasa de inversión ¿Por qué? Porque las restricciones a las importaciones de insumos y bienes de capital le pegaron fuerte a un proceso de crecimiento que ya venía desacelerándose. Además la necesidad de que el importador industrial de insumos para sus productos compense con exportaciones de cualquier índole, por ejemplo arándanos, las divisas que consume en su actividad, puede darse sólo en un momento puntual, no puede ser una política. El BCRA sostiene la imprescindible acumulación de reservas y para lograrlo se acota al máximo la transferencia de utilidades de las empresas al exterior en el marco de una economía fuertemente extranjerizada y se busca que dichas utilidades sean reinvertidas y no distribuidas a los accionistas.
La clave que une a los dos problemas estructurales mencionados es la ausencia de una estrategia de crecimiento industrial de largo plazo. Esfuerzo que lleva tiempo, calidad en los recursos humanos, coordinación de diferentes áreas, firmeza y claridad en la acción estatal, volcar la capacidad de  producción de tecnología nacional en el desarrollo de los procesos productivos.
Estos problemas se ven hoy con claridad. No eran parte de la agenda y las prioridades en el 2003 ni en el 2007.. Ni en el 2009, en que la aguda crisis internacional nos golpeó de lleno. El agotamiento de las divisas para sustentar el desarrollo fue el síntoma que apareció en el 2011. En realidad son los hechos los que obligan a repensar las políticas. En 1952 la modificación del escenario nacional e internacional obligó al primer peronismo a repensar los objetivos del 1er. Plan Quinquenal que finalizó en 1951 y lanzar otro en 1953 con considerable retraso (Marcelo Rougier, La Economía del peronismo) e importantes modificaciones.
Ahora bien, el Secretario de Comercio y la Presidenta del BCRA no cuentan con una estrategia de sustitución de importaciones que privilegie objetivos sectoriales. Con lo cual se aplica el criterio de caja, simple y brutal. Tampoco tienen una alternativa a una Ley de Inversiones Extranjeras y a 59 tratados de Protección de Inversiones que aseguran la irrestricta movilidad de capitales, que no habilitan a hacer otra cosa más  que tratar caso por caso con las multinacionales y los grandes grupos locales.
Es entonces el Plan de Desarrollo la asignatura pendiente.  El que proporcione los indicios de largo plazo y los lineamientos para actuar en la coyuntura. Ahora que se hace visible como dice Amico que “la economía argentina aparece como una máquina vieja e ineficiente en el uso de divisas, ya que cuando funciona a altas velocidades pierde buena parte de su combustible”.
Lo de combustible también puede ser tomado literalmente. Sigo con Amico “las importaciones de combustible han aumentado persistentemente su incidencia en las importaciones totales desde comienzos de los años noventa, tendencia que se aceleró en los dos últimos años”, para llegar a constituir cerca del 13 %  de las importaciones totales según Héctor Valle, director de YPF.
La decisión estratégica tomada por el Gobierno fue la renacionalización de la empresa petrolera mayor, YPF, cuando la situación de nuestra Balanza de Pagos, fuertemente influida como dije por las importaciones de combustibles se tornó crítica. No obstante llegar al autoabastecimiento energético demandará tal vez un quinquenio. Y si se desea avanzar hacia esta meta con exploración, explotación y refinación sin encarecer brutalmente el costo de las empresas y castigar duramente el uso domiciliario, se necesita armonizar el despliegue de los subsidios a su consumo interno en el marco del Plan de Desarrollo fijado.
Los momentos históricos no se eligen ni están predeterminados en ninguna lógica. Los momentos históricos se transitan para bien o para mal.
Fuente: El Blog de Abel
Nota del Director del blog: Tanto Pablo como Abel fueron viejos compañeros de militancia en los finales de los sesenta y la década del 70.

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