jueves, 13 de diciembre de 2012

Luis María Macaya: ¿A los peronistas no les dice nada ?


Estaban festejando los 25 de la asunción de Luis María Macaya como vicegobernador, en un acto que organizó SMATA, en su sede, con una parte del arco del peronismo local.  Pusieron una placa y recordaron al dirigente.  Ese recuento de los aciertos de ayer podría haber sido también una descripción incómoda de los errores de hoy.  Pero, finalmente, se trató de un acto, una parada rápida en un viaje vertiginoso al desencuentro, donde las cortesías de la formalidad impusieron sus condiciones y posibilitaron la foto.
“Esto de los homenajes se está haciendo común”, dijo también el diputado nacional y amigo de Macaya. 
Nuevamente sus palabras salieron disparadas en doble sentido.  Los homenajes, cuando abundan  también pueden hablar de un presente que reclama, por ausencia, esa gesta que se añora.
La referencia a Macaya ha pasado a ser un ejemplo de construcción política y de renovación a una explicación simple y engañosa de las imposibilidades de hoy.  Las virtudes del hombre de De la Canal parecen hoy un detalle de lo que falta (en lo individual y en lo colectivo) para ejecutar el mandato principal de la política: ganar el poder para transformar la realidad.
Como en los relatos heroicos tradicionales, la historia se simplifica y se lee a la luz del presente.  Entonces es común escuchar los recuerdos –en clave de lamentos- de esa época dorada que invariablemente se aleja.  Es común la referencia a esa conducción que no aparece, ese liderazgo liberador, claro y efectivo que tendría que llevar nuevamente al peronismo de Tandil a ocupar el poder el Tandil y la conducción en la Quinta Sección.
Es tan común escuchar ese anhelante llorisqueo como  evidentes las diferencia entre los que por esos tiempos componían el arco peronista local y los que lo componen hoy.  A diferencia de esos pequeños “laburantes” de la política, con ambiciones de conjunto, con nada en sus manos y todo por ganar en lo personal y en lo colectivo, hoy, el peronismo de Tandil tiene entre sus filas mucho “medio pelo” dirigencial, mucho sobreprecio y vedetismo.  Los trabajadores de la militancia y la gestión se volvieron “autónomos” cuando no “empresarios” de la cosa pública. 
La máxima que impera desde un tiempo a esta parte es “si no gano yo, que no gane nadie”.  En esa lógica “antimonopólica” del poder, que es la antilógica del poder, cada quien hace su propio juego.  Y el mejor juego para todos se da cuando nadie se impone a nadie.  Esto es: la disgregación del mandato. 
No se trata simplemente de esconder las diferencias.  Se trata de metabolizarlas en un organismo complejo que admite cierta elasticidad antes de la fractura. 
El peronismo de Tandil ha perdido más que algunas elecciones.  Ha perdido su ambición de poder.  Y el poder es el primer objetivo de la política.  Sin poder no hay transformación.  Sin transformación no tiene razón de ser ninguna ideología ni pensamiento político.  Y paralelamente, a esa pérdida de ambición colectiva se dio un crecimiento desmesurado de la ambición personal, una privatización de los objetivos, una apropiación de lo comunitario que tiene la política y sus movimientos.
Acordar por el 70 por ciento de las coincidencias en lugar de romper por el 30 por ciento de las diferencias debe ser un mandato y no una opción de armado para quienes tiene responsabilidad pública.  La traición no se da a las líneas internas de un partido.  La traición se ejecuta cuando la frivolidad, el dinero y pequeñeces retrasan lo importante.  Y el peronismo de Tandil tiene mucho que pagar en este sentido porque ha perdido años y años de reparación.
La sombra de Macaya y los pequeños logros personales ya no pueden cubrir a tantos del sol abrazador de la derrota. 
 “Fue un hombre como cualquier otro, pero con una gran virtud, que con sus aciertos, tapaba sus defectos”. La cita vuelve a ser de Mouillerón.  Al peronismo de Tandil parecería ocurrirle algo parecido.  Sabe que hay mucho por transformar en esta ciudad de grandes brechas, sabe que hay un paraguas político nacional que hoy daría esas herramientas, está el interlocutor que tantas veces fue reclamado, pero sin embargo está empeñado en hacer galas de sus defectos y no de sus aciertos.
Juan Perone

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