miércoles, 16 de mayo de 2007

CRONICAS MARCIANAS.

(sucesos extraordinarios entre la medianoche del 16 de Mayo y la madrugada del 17, el Día D )

Año 2050, Tandil, una mancha urbana cubre gran parte del antiguo sistema de la Tandilia. Casi como islotes, degradado por la anárquica urbanización descontrolada, sobresalen el cerro conocido antiguamente como El Parque Independencia, el Paseo Lítico del Cerro la Movediza ( ¿se acuerdan del 17 de mayo del 2007 en los albores del siglo XXI ? ), el viejo y contaminado lago del Fuerte ( el actual intendente quiere recuperarlo, ponerlo “en valor” como en las viejas épocas) y un interminable cordón urbano rodeando el Cerro de las Animas, conviviendo con los restos de una mole de viejos hierros abandonados y sus inmensos rasguños en el faldeo granítico, símbolo de la pujante ciudad en aquellos años dorados de principio de milenio.

Hacia el oeste, la urbe se confunde con la campiña, casi hasta el cruce de la Pastora. La vieja escuela granja Ramón Santamarina ( nombre de un personaje central de la historia local del siglo XX, precursor del piqueterismo y “okupa” de tierras salvajes por estos lares pampeanos ) perdió su ruralidad , y muchos profesores van caminando a dar sus clases, desde los barrios satélites de la otrora zona urbana tandilense.

En un vuelo de pajaro recorremos el paseo-shopping del Cerro El Centinela, cientos de antiguas cabañas se confunden con negocios de mala muerte y complejos para la ausente clase media alta que solía visitar el Tandil serrano de principios del siglo XXI, y hoy busca los santuarios naturales en otros lugares del país, y ya no vienen a nuestras degradadas sierras. Solamente vemos a la distancia en las Sierras Altas de Vela algún gaucho, dueño de campos, que tozudamente defienden a capa y espada el entorno natural y resiste al “homus urbano” que destruye todo a su paso.

No nos detenemos en el manchón de hierro y cemento que arrasó la ruta 226 hasta desplazarla hacia la zona de Ramón Primero, y la vista se nos pierde en el horizonte de casas y construcciones del más variado tamaño y color.

Ni que hablar del camino al Gallo. Literalmente desaparecíó el verde, solamente vemos el Cerro y los cientos de chalets y señoriales mansiones junto a bolichitos que a la vera de la ruta penan por retener algún turista ingenuo que todavía pasa por estas tierras.

El señorial SPA La Posada de los Pajaros y la Reserva del Tigre sobresalen y resisten al destructivo homus urbano, que a su paso no deja crecer más el pasto, como un reciclado Atila del milenio que recién comienza.

Y de golpe despertamos nuestra curiosidad, en está larga recorrida por la ciudad, preguntandonos casi al unísono: ¿ Se acuerdan del Tandil soñado ? ¿ y del antecesor el inefable Don Julio ? .

Todos los presentes nos quedamos mudos por un larguísimo rato, pensativos, buceando en la memoria esos años de apasionados debates con tozudos gobernantes de turno.

El pequeño Lisandro preguntó: ¿ quienes fueron esos señores ?.

Juan, mi acompañante, balbuceando en un comienzo y con más fuerza y consistencia luego, empezó un largo monólogo sobre la década del bicentenario de la Argentina , y la historia parroquial del Tandil Serrano.

Sonó el despertador, son las siete de la mañana, tengo que apurarme, los chicos me están esperando en la puerta de la Escuela, tenemos que ir a la Movediza, viene el Presidente y bla, bla, bla…..

Mario Enrique Abait

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