miércoles, 30 de mayo de 2012

"TIPOS DE CAMBIO MÚLTIPLES Y DESDOBLAMIENTO CAMBIARIO. APUNTES PARA EL DEBATE.


Por Pablo Tonelli, economista.

Al ritmo del recalentamiento del dólar marginal, que ostenta el colorido nombre de “blue”, azul, en lugar de “black”, negro, que le haría más justicia, volvieron a ocupar el centro de la escena las diversas interpretaciones existentes sobre la política económica oficial y sus instrumentos, en particular el tipo de cambio. La propia Presidenta intervino en el debate afirmando que no se pensaba en desdoblar el mismo en dos o más mercados, iniciativa que la City bancaria y algunos medios financieros afines atribuían a Axel Kicillof, el influyente viceministro de economía, de sólido prestigio académico..

El precio del dólar contra el peso, su cotización, que de eso se trata el tipo de cambio, genera tanta pasión sectorial en la Argentina porque nuestra economía es bimonetaria, es decir que el dólar constituye la reserva de valor, y el peso sirve para registrar las transacciones (unidad de cuenta) o para la realización de las transacciones (medio de cambio). Este hecho, desgraciado a mi gusto, es consecuencia de sus ciclos económicos pasados y de la vigencia ilusoria de la paridad uno a uno durante la Convertibilidad.

La teoría económica convencional de matriz ortodoxa sostiene la existencia de “tipos de cambio de equilibrio” en los que se iguala la oferta y la demanda de divisas, cuyos fundamentos encuentra en la llamada paridad del poder adquisitivo (ppa) y la denominada paridad descubierta de intereses (pdi).

La paridad del poder adquisitivo compara los precios en cada moneda de una canasta de bienes y su evolución medida por los indicadores que registran la inflación (índices de precios al consumidor) bajo el supuesto de que bienes idénticos deberían tener el mismo precio, o oscilar en torno al mismo precio en todos los países. Como el tipo de cambio compara precios del mismo bien expresado en diferentes monedas, el cociente entre estos precios determina el tipo de cambio y la mayor o menor inflación que hace crecer o decrecer dicha relación indica si un bien está “barato” o “caro” en relación con su precio teórico, la paridad del poder adquisitivo. La revista The Economist publica un índice del BIG MAC, la popular hamburguesa de Mc Donald´s en todo el mundo, tomándola como un indicador aproximado de si los tipos de cambio están atrasados o revaluados.

La paridad de intereses, en cambio basa su análisis en considerar que el movimiento internacional libre de capitales “arbitra” entre las tasas de interés vigentes en el mundo, buscando colocarse y obtener un rendimiento mayor allí donde un país o región paga una mayor tasa de interés por sus colocaciones. El tipo de cambio se mueve en dirección opuesta a la tasa de interés, donde un enorme flujo de capitales ingresa a un país el precio de su moneda tiende a bajar y caso contrario a subir si los capitales egresan.

El tipo de cambio de equilibrio para la concepción ortodoxa combina entonces los equilibrios que se derivan de la paridad del poder adquisitivo y de la paridad de intereses, en un rango que a su vez garantice el equilibrio de la balanza comercial, es decir sea neutro, no genere déficits ni superávits en la compra y venta de bienes y servicios transables internacionalmente y que también sea neutra la balanza de pagos, con lo que el Banco Central no gana ni pierde reservas internacionales.

Esta concepción llevada a nuestro país (y con salvedades a todos los países periféricos) lleva a un tipo de cambio cercano a la ppa (paridad del poder adquisitivo) del dólar, en tanto moneda internacional, sometida a su vez a los movimientos de capitales para aprovechar los diferenciales de tasa de interés, que tienden a profundizar la subvaloración de la moneda local en términos de dólar en los procesos de auge y tienen el efecto contrario en cuanto los capitales huyen, dado que el BCRA no atesora divisas ni incrementa sus reservas con intervenciones directas.

Sosteniendo otro enfoque sobre los determinantes del tipo de cambio podemos afirmar que el tipo de cambio relaciona países y espacios con muy diferentes productividades, sobre todo en el sector industrial, clave del desarrollo y el empleo. Una hora de trabajo en GM (General Motors) en EEUU genera mucho más valor que una hora trabajada en GM en la Argentina, por ejemplo, dada su superior infraestructura, su dotación de capital y su más elevada tecnología, lo que también genera notorias diferencias salariales. Una estructura productiva desequilibrada como la Argentina, con un sector agrícola que produce a niveles próximos a la productividad internacional y un sector industrial rezagado necesita compensar esa diferencia local e internacional con un tipo de cambio diferenciado para permitir su desarrollo, un tipo de cambio alto.

La política económica llevada adelante desde el año 2003 ha permitido sostener el tipo de cambio en un nivel fijado por las intervenciones del BCRA para permitir reconstruir el entramado industrial y acumular reservas para evitar el endeudamiento externo crónico. La política de retenciones al sector primario permitió un sistema de tipos de cambio múltiples, o tipo de cambio diferenciados, ya que el tipo de cambio efectivo del sector agroexportador se obtiene restando al tipo de cambio nominal el valor de las retenciones a la exportación. El tipo de cambio nominal permitió a su vez la protección del sector industrial de la competencia externa y alentó el proceso de sustitución de importaciones. La administración del comercio exterior a partir de este año persigue sostener estos objetivos.

Como correctamente sostiene el periodista de página 12 Christian Carrillo en CASH “es un error conceptual confundir el esquema de tipos de cambio diferenciados, cuyos distintos valores se dan a partir de incentivos fiscales por sector o tipo de actividad, con el hecho de que el Gobierno Nacional decida convalidar un mercado paralelo que canalice la demanda de ahorristas…”

En concreto, tipo de cambios diferenciales tenemos a partir de las retenciones, el desdoblamiento del mercado de cambios es otra cosa, implica que ciertas actividades comerciales se negocien en un mercado, llamémoslo “comercial” y otras se deriven a otro, más alto, llamado “libre o financiero”, por ejemplo.

La prensa reflotó por estos días un artículo de septiembre del 2011 escrito por el CENDA, el centro de estudios que alienta Axel Kicillof, el actual viceministro de Economía, que en el fragor de la corrida cambiaria de aquel momento advertía contra dos soluciones alternativas posibles, la primera “abrazar el endeudamiento externo como forma de continuar con la paulatina apreciación cambiaria..”, lo que implica solucionar la ausencia de divisas recurriendo al crédito internacional. Eso permitiría tranquilizar el mercado de cambios... a costa de la actividad industrial y del empleo, ya que el tipo de cambio resultante no haría posible la sustitución de importaciones y tornaría inviables a las industrias renacidas estos años, con sus consecuencias negativas en la actividad económica, el salario y el empleo.

La otra alternativa, llamémosla “heterodoxa” consiste en la devaluación lisa y llana, es decir llevar el originalmente denominado Tipo de Cambio Real Competitivo y Estable (TCRCE) a un nivel (supongamos el del actual mercado paralelo, esto lo digo yo no CENDA) que “permitiera recuperar la competitividad rápidamente…..es decir lisa y llanamente reducir los salarios, tanto en dólares como en poder de compra…” acompañado por un conjunto de medidas contractivas que neutralizaran el impulso inflacionario de la devaluación. Es decir, la receta para recuperar competitividad combina ajuste fiscal y ajuste salarial…”Este ajuste fiscal sería necesario para deprimir la demanda ante la existencia de una clase obrera que ha recuperado buena parte de su poder de negociación”.

El artículo defiende el rol que representaron los tipos de cambio múltiples en nuestra experiencia de crecimiento reciente, que se explica no sólo por las retenciones, sino por el manejo de las tarifas, los acuerdos de precios y los subsidios. Su propuesta es “la modificación del actual sistema de cambios múltiples...” sobre “la base de dos ejes: un tipo de cambio “bajo” para los bienes de capital y los bienes que componen la canasta de consumo de la clase trabajadora y un tipo de cambio “alto” para proteger la industria sustitutiva e incentivar las exportaciones no tradicionales…” Es decir, repensar el esquema de retenciones.

Ahora bien, la lectura de los medios en el sentido de que se busca desdoblar el tipo de cambio no es antojadiza. Se podría interpretar eso del texto, lo que, a fin de ser veraces, el documento del CENDA no afirma directamente. Se podría también reforzar el esquema de tipo de cambios múltiples aplicando retenciones móviles a la soja en ascenso, pero luego de la 125 no resulta políticamente viable en la Argentina. Se podría reforzar el tipo de cambio de la industria con reintegros a las exportaciones, que tiene costo fiscal en un año con ciertos apremios y rigideces, lo que obliga a centrarse en sectores y mercados puntuales, es decir sintonía muy fina.

Lo que la política económica no debe ignorar es que un dólar marginal sensiblemente por encima del oficial genera muchas dificultades. En palabras del amigo y economista Miguel Bein “hay tres canales de trasmisión de la brecha a la economía local. Canales de trasmisión que dependen no sólo de la magnitud, sino fundamentalmente de la velocidad de deterioro" (en esto estamos agrego yo). El primer canal, señala Bein, es que el ensanchamiento de la brecha reduce la efectividad del ancla cambiaria para contener la inflación; en segundo lugar puede impactar sobre los depósitos en dólares, que debido a que su encaje se deposita en el BCRA, puede implicar como en 2011 pérdida de reservas. En tercer lugar el impacto es sobre la construcción y el mercado inmobiliario privado.

En este punto Bein afirma “que la posibilidad de acceder a fideicomisos de construcción en pesos en un contexto de restricciones de acceso al mercado de cambios generó incluso un estímulo a la construcción”, pero la brecha pone en dudas la renta de los alquileres en dólares y podría afectar el precio en dólares de las propiedades, ya que al tomar como referencia el dólar paralelo estas se depreciarían, y la construcción privada perdería incentivos.

Otro efecto es sobre la inversión, agrego, que hasta ahora se basó en el autofinanciamiento de un importante sector pyme ligado al mercado interno, que si debe vender al dólar oficial para hacerse de pesos e invertir no se sentirá tentado a hacerlo si luego no consigue comprar dólares para realizar parte de sus ganancias o debe hacerlo al valor del dólar paralelo. Economía bimonetaria decía al inicio.

Sería sensato que la AFIP aclarara taxativamente que monto permite convertir en dólares de las cuentas salario y fijarlo en una cuota razonable, para intentar por ese lado descomprimir la tendencia alcista del dólar marginal. Se perderán divisas, pero los logros macroeconómicos serán mayores. De todas las alternativas posibles en juego este es sin duda el primer camino a seguir en la actual coyuntura antes que otros indicadores se vean afectados."



Fuente: El Blog de Abel

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