No hay nada peor, en estos días de viajes y trabajo, que la cena. En general ceno solo; hay muy pocos restoranes donde la luz me permite leer, y entonces pienso y pienso. Estas cenas son un exceso de relación conmigo mismo, y eso nunca es bueno. Pero hoy es mi primera cena en un restorán de comida etíope.
No fue fácil encontrar comida etíope: los restaurantes para blancos ofrecen pizza, pasta, hamburguesas, curry de cordero o pato pekinés. Aquí no hay un turismo que le dé importancia a lo local, y los locales nunca se la dan. Lo mismo pasaba en la Argentina preturística: recuerdo las vueltas que tuve que dar, hace veinte años, por La Quiaca para –no– comer un locro. Ahora la patria turistizada rebosa de comidas típicas; Addis también, pero sólo para los locales. Hasta que encontré el Carnivore y pude pedir, por fin, una buena inyera.
La inyera es un ancestro de la pizza: una enorme base chata de masa esponjosa con color y forma de mondongo –esas rugosidades de coral cerebro– sobre la que se ponen guisos de vaca, pollo, cordero, verduras, llenos de salsas donde hay, sin duda, tomate, cebolla, cardamomo, canela y tantas otras cosas que no entiendo. Y el mecanismo consiste en cortar con la mano derecha tiritas de ese pan y usarlas para agarrar bocados de los guisos.
Todo es picante, todo mancha, todo se me escurre: el placer de comer con los dedos. La escena es medieval: así comían los ricos europeos hasta el Renacimiento: con la mano, apoyando las viandas en un trozo de pan que, al final, les daba todos los gustos. Una vez más, Etiopía demuestra su eficacia como espacio donde se conservan rasgos de otros tiempos: el non plus ultra del viajero. Lo disfruto, lo escribo, hasta que, para confirmar la idea, se corta la luz: en la penumbra, todos en el restaurante –salvo dos chicos llorones– siguen comiendo como si no pasara nada. Después una camarera me trae media vela pegada sobre un cartón de invitación a la Feria Internacional del Automóvil, que se celebra en la ciudad en estas fechas, y puedo terminar de escribir estas palabras, y zamparme los últimos trozos del inyera.
Impresiones de äfrica anteriores:
Calles (18/05/2008)
Tiempos (17/05/2008)
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