lunes, 26 de enero de 2009

Crónicas trasandinas

Verano 2009. Nuestras vacaciones comienzan un miércoles de enero rumbo a Mendoza. Objetivo: Viña del Mar, Chile. Hacia allí vamos, contentos y esperanzados con una visita al país hermano después de muchos años; solo un interregno en el 2005- en que visitamos Punta Arenas, bien al sur del continente-, hacía 39 años que no pisábamos la tierra de O`Higgins y Salvador Allende.

¿Qué podemos sacar como primera conclusión de la experiencia chilena? Una simple y categórica verdad: es un territorio de paisajes inolvidables, y un sentimiento despreciativo hacia los argentinos.

El calor nos acompaña desde Tandil. La Pampa, San Luís, y la provincia de Mendoza, primer descanso antes del cruce, nos reciben con temperaturas que superan los 35 grados. No nos amilanamos. Cuando uno está de vacaciones, se prepara para todo; y todo le parece agradable, hasta las altas temperaturas del seco verano del 2009.

Nos reponemos del viaje en las termas de Cacheuta (aguas calientes)- al contrario de Picheuta (aguas frías)-, donde un original centro termal se desparrama a lo largo del río en una quebrada que la naturaleza puso para el placer de los que visitan esas excelentes aguas cálidas. Un relax, que nos prepara para las Altas cumbres del día siguiente.

El camino a las Cuevas es de una belleza indescriptible, tanto en verano como en invierno; tras varias horas de viaje-previo paso por Uspallata, Los Penitentes, Puente del Inca, un cartel nos indica que estamos en territorio chileno: “Bienvenidos a la República de Chile”. Y a renglón seguido- es decir, a los pocos Km.- otro nos indica: “Evite Multas. Está prohibido ingresar a nuestro país productos no autorizados de origen animal o vegetal. Gobierno de Chile. S.A.G.”. Y no hay “tutía”, no pasa nada de lo prohibido. Así, defienden sus exportaciones de frutas, libre de la mosca del mediterráneo.

La frontera está unificada. Hay un solo control binacional de ida y vuelta. El cruce a Chile lo controlan estrictamente los chilenos…, y ahí nos encontramos con que “no todo lo que reluce es oro”.

De entrada tuvimos que poner una “propina” para los valijeros (empleados públicos chilenos) que descargan el equipaje para su control. El dinerillo (una “coima” encubierta) no les pareció suficiente, y nos tuvieron a mal traer con los controles…pérdida de tiempo (más de cuatro horas de demora), y como frutilla del postre, nos mandaron un carabinero con perro incorporado para ver si contrabandeábamos “drogas” u otro tipo de alcaloides prohibidos.

El mal trato fue moneda corriente en los controles fronterizos; y no se te ocurra comprar algún comestible o agua en los negocios, simplemente ¡te estafan con el cambio!...Por fin, seguimos camino a Viña del Mar.

El paisaje cambia completamente. Toda la humedad que falta del lado argentino, está del lado chileno: ¡es un vergel! Y si agregamos el cultivo de los campos de vides y frutales, y otros sembradíos que se esparcen entre los dos cordones transversales de montañas que se encuentran entre las Altas cumbres y el mar. Un trabajo del hombre admirable…, y todo por una red de autopistas que te llevan en pocas horas hasta Santiago de Chile o Valparaíso, su principal terminal marítima.

Un detalle: el proyecto de autopista subterránea en la Avenida 9 de Julio, que nosotros-por variopintas razones-no hicimos, se lo llevaron los chilenos, y hoy resolvió el problema de tráfico en Santiago; son doce Km. de autovía, la mayoría bajo tierra.

No podemos dejar de resaltar el desarrollo económico de Chile, no es un ¡bluff!, es real; como también es real la pobreza de sus clases más bajas, nadie nos la contó, la vimos en vivo y en directo en su principal puerto y en su balneario “TOP” internacional.

La llegada a Viña nos depararía una nueva “vuelta de tuerca” a la “manifiesta hostilidad hacia los argentinos”. Y es en los sectores más humildes de la escala social y económica que se pone de manifiesto de manera cruda y “sin anestesia”: “uuf…ahí llegan los argentinos”, es lo más simpático que se escucha cuando te pasan a centímetros de tu humanidad. No ocultan su desagrado.

Tal vez, la larga dictadura de Pinochet, o la genética del hombre trasandino, hace que tengan una veta de autoritarismo incorporado en sus relaciones con sus semejantes, que los argentinos habíamos olvidados en estos 25 años de vida democrática. Bueno, en Chile, está incorporado en sus relaciones societales; y de manera descarnada entre ellos y ¡por supuesto! con los extraños.

Desde el “Garzón”- el conocido mozo para los argentinos- hasta las vendedoras de los fabulosos Shopping que visitamos en Santiago y Viña; y pasando por los chóferes de buses hasta el camarero en los hoteles.

El fantasma de la dictadura que sufrieron algunos chilenos-por que otros la apoyaron-todavía es una carga pesada para ese pueblo hermano. Muchos años pasaran para curar heridas que no pasan solo por las víctimas de Pinochet, sino, que están anidadas en el alma profunda de la gente.

Este encuentro con otras lógicas sociales no nos amilana en nuestro plan de viaje. El próximo objetivo es: Isla Negra. La visita a una de las casas del poeta chileno Pablo Neruda, es un ritual obligado para todos los que transita esta parte de América Latina.

Neruda en Chile convivió en tres casas diferentes: una en Santiago, conocido como la Chaconda, donde hoy se encuentra su biblioteca personal-trasladada desde Isla Negra para evitar su deterioro por la humedad del mar-; otra en Valparaíso, conocida como la Sebastiana, donde Pablo se instalaba para disfrutar de los fuegos de artificios en la bahía que se realizan todos los fines de años; él quería verlos desde esa platea natural que es la ciudad de Valparaíso-hoy declarada patrimonio de la humanidad-, y por último su casa de descanso que es: Isla Negra-ni está en medio del mar ni tampoco es oscura como dice su nombre-; es un pequeño pueblo chileno a orillas del Atlántico.

Sin embargo, si uno pregunta a cualquier habitante dónde vivió el famoso poeta, señalarán de inmediato hacia una calle empinada con suelo de arena que lleva por nombre, por supuesto, Neruda.

Margarita Aguirre cuenta en su libro:

"Neruda compró la casa de Isla Negra a un español socialista, viejo capitán de navío, retirado, que la construía para vivir con su familia. Como la casa estaba a medio hacer, el poeta pudo terminarla a su gusto; continuó la estrecha ala de cemento con un ancho living-room de piedra, en el cual abrió un enorme ventanal que causa el asombro de los arquitectos y entendidos: desde allí pueden verse la playa, el rompiente de olas, el vasto cielo y una larga extensión de costa que va hasta el puerto de San Antonio. Entre el living y el ala de los dormitorios y del comedor hay una alta torre. El piso inferior de la torre está relleno de conchas marinas y allí se encuentra el gran timón de un barco junto a un farol que iluminó alguna callejuela del puerto; en el segundo piso de la torre estuvo el dormitorio del poeta, dormitorio redondo con ventanas de mar, que da a un pasillo que luego se ensancha bajo el tejado y tiene la baranda sobre este segundo piso de la casa se sube por una escala de cordel, como la de los barcos. Junto a ella se encuentra La Medusa, enorme mascaron de proa, de madera pintada, que han roído y desteñido los años y la sal de los mares por donde abrió la ruta de su barco. En el extremo opuesto del living, y suspendida de la baranda del segundo piso, está la María Celeste, mascaron de proa más pequeño. La María Celeste es de lustrosa madera oscura; su rostro, de una dulce e imperiosa belleza. Al construir el living, se respetó una gran roca negra que ahora surge altiva y solitaria en su rincón, rodeada de cactus y de plantas que florecen en la tierra que la circunda. El resto del piso es de baldosa de greda roja. En una de las paredes hay una gran chimenea; frente al ventanal, una larga mesa de madera maciza, a la cual solía sentarse Neruda a escribir o a observar con su catalejo el vuelo de los pájaros.

Diseminados por la casa hay una colección de barcos en miniatura, casi todos ellos de gran valor. No faltan, desde luego, la colección de barquitos armados dentro de botellas, las marinas más diversas, de los más diversos pintores, el unicornio del narval y los colmillos de elefante con escrituras antiguas. Un inmenso globo terráqueo descansa en un rincón. Encima de la mesa hay una brújula china, un sistema planetario, piedras, pitos marineros, caracoles, libros sobre pájaros y plantas, narraciones de viajes y las poesías del conde del Villa mediana.

Afuera hay un mástil con banderas marinas, y a su lado, un tercer mascaron de proa”

De la proa a la popa, todo el interior de la casa del poeta es como fue su vida y obra: una poesía.

Satisfechos seguimos nuestro itinerario hacia la Villa Vergara, su inmenso parque arbóreo- con especies de todo el planeta-, su impresionante Palacio-Museo, sus Quinquela Martín, su Rubéns, y una impresionante colección de grandes pintores chilenos, etc.

Chile, territorio asentado sobre el círculo de fuego del pacifico, volcánica, sin plataforma marítima y un clima que la convierte en un jardín con forma de país, vale la pena recorrerlo.

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