La
bolsa sube, el riesgo país se hace trizas, parece que el Gobierno
colocará deuda externa y que reinicia conversaciones con el FMI, hay
muchos indicadores de consumo que cada vez son menos negativos y los
precios de nuestros commodities de exportación se han duplicado
respecto de los mínimos de la primavera de 2008. En definitiva, daría
la sensación que en 2010 nos dirigimos hacia ese condenado destino de
éxito que el compañero Duhalde nos pronosticara en el aciago 2002 ¿Será
tan así? En primer lugar y para despejar la duda más elemental: en 2010 no hay riesgos de estallidos del estilo 1989 o 2001. En efecto, a pesar de la poca política contracíclica que el matrimonio Kirchner le ha dejado hacer al BCRA durante el último lustro, aquella permitió que hoy la posición de reservas internacionales comparada con los vencimientos de deuda del gobierno y los depósitos a plazo fijo (los que se fugan cuando hay pánico) es tan holgada que hacen que la probabilidad de un colapso financiero sea bajísima. Lo mismo que la recaudación de impuestos comparada con los pagos de deuda pública. También ayuda, a la actual fortaleza financiera de la Argentina, la revolución agrícola de los últimos 20 años porque genera una oferta de dólares tan grande que, ante situaciones de incertidumbre como las que vivimos entre agosto de 2007 y 2009, el dinero de los argentinos que se fuga al exterior no toca los depósitos ni reduce los préstamos bancarios a las empresas, todo lo cual le pone un piso bajo a las hipotéticas caídas a la actividad económica cuando hay salida de capitales. Además, los K tienen bastante claro el peligro que implicaría defaultear la deuda pública con bancos que tienen bonos del gobierno cubriendo un tercio de sus activos. La descapitalización consecuente no dejaría tranquilos a los depositantes que correrían hacia monedas duras como el dólar para refugiarse. Dejar de pagar la deuda pública es incitar a una corrida bancaria y no hay muchos gobiernos que sobrevivan esta última. Los K han demostrado que lo saben. Para 2010, el escenario internacional más probable es de recuperación. Hay una gran discusión acerca de si la economía mundial hará una V, una W o una L, pero nadie pronostica otro año de recesión. Eso juega a favor de la Argentina no sólo por el lado de nuestras exportaciones (aportarán 1% de crecimiento en 2010) sino porque el buen clima económico genera apetito por asumir más riesgos para invertir en playas muy oleadas como las nuestras. La fuga de capitales se ha detenido (lo estamos viendo con la baja del riesgo país y la espectacular suba de bolsa) y esto implica un impacto expansivo sobre la demanda interna de consumo más inversión de entre 2% y 3%. Si bien hoy la venta de no durables (alimentos) sigue firme, mientras se recupera la de autos y la construcción está cayendo cada vez menos, hay algunas dudas que ponen un techo bajo de no más de 2% a 3% a la tasa de crecimiento de 2010. Una es la social. Es obvio que los sindicatos de izquierda y los piqueteros más extremos ven que los Kirchner se han radicalizado y al mismo tiempo han perdido el favor de la clase media urbana y de los productores agropecuarios, razón por la cual sus únicos apoyos parlamentarios son versiones menos moderadas y más radicalizadas de progresismo. Los borocotós no mueven el amperímetro de las votaciones parlamentarias, aunque sí caldean el ambiente. La izquierda actúa en consecuencia pidiendo un lugar más visible en el firmamento kirchnerista, lo cual conspira contra el espíritu inversor de los empresarios (caso Kraft) como recientemente expresaron con claridad en el coloquio de IDEA. Además, la tasa de inflación "pinta" cercana a la de hoy, de entre 15% y 20%, con lo cual, lo máximo que pueden esperar los salarios reales es que queden iguales a los de 2009. Todo esto en un contexto donde el desempleo, la pobreza y la indigencia ya superan con comodidad las cifras de años comparables de la convertibilidad. Caldo de cultivo para que la izquierda revoltosa tome la calle, hay. Y eso es lo que estamos viendo. En segundo lugar está el problema fiscal... otra vez. El Estado argentino recauda un récord bicentenario de casi $400.000 millones por impuestos y tiene déficit fiscal. Un dislate total. Hoy la recaudación crece al 10% anual y el gasto público al 25%. Si seguimos así, en 2010, el problema de caja será de más de US$ 10.000 millones ¿Se pueden conseguir? Sí, pero quitándole tanto cash al sector privado vía impuestos o menos crédito bancario a las empresas que debilitará mucho a la economía. Al mismo tiempo, si se ajusta el gasto público, en el corto plazo también es recesivo y socialmente complicado. Perder reservas o poder colocar más deuda externa rompe la anterior dicotomía. A esto último apunta el ministro Boudou. Por ahora, con más teatralización (de su amiguisimo con los mercados financieros internacionales) que sustancia. Un gobierno con gran pérdida de apoyo popular, aliados parlamentarios en la izquierda que toma la calle y complica la vida de las empresas, indicadores sociales muy deficientes, alta inflación y un fisco desequilibrado, son un lastre importante para el fuerte empuje sobre la demanda interna de consumo e inversión que provocan el parate en la fuga de capitales y la mayor demanda de exportaciones por el fin de la recesión mundial. Se puede crecer algo el año que viene, pero la sensación térmica no será que la expansión es muy fuerte. Y si lo fuera, será porque el Gobierno logró el milagro de financiar un enorme déficit fiscal con más deuda externa y esto es pan para 2010 y hambre para más adelante. En última instancia, dado que no estamos discutiendo para 2010 el extremo de un incendio o la situación polar de una recuperación a tasas chinas, sino "alguna" tasa de crecimiento, todos los economistas podemos tener razón sobre el número que arriesguemos dado que el Indec ha sido destruido y transformado, en los hechos, en un apéndice de la Secretaría de Medios que conduce el inefable Enrique "Pepe" Albistur. (*) Artículo publicado en La Nación.com www.lanación.com.ar el 04-11-2009 |
sábado, 7 de noviembre de 2009
2010: Argentina vuelve a crecer...por José Luis Espert
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